Desde Republica de Argentina, por nuestra corresponsal BARBARA BENITEZ
Si me preguntan por qué podría en las presidenciales de octubre ganar Scioli asegurando la continuidad del modelo, contesto que es porque tiene ocho millones y medio de votos cautivos. Es el sufragio y compromiso de lealtad de quienes reciben planes de miseria, que no sólo no los saca de ella sino que los mete, cada vez más, en el pozo de la indignidad.
Este modelo, que el cristinismo llama de inclusión, condena a la clase baja a la marginalidad. La dádiva extiende sus garras y convierte en sumisos a quienes dejan de pelear por sus derechos y se resignan a la beneficencia. Sería bueno recordar que el general Perón jamás dio limosnas sino trabajo. ¡TRABAJO!
Cuando un país está en condiciones ingratas es necesario que haya un Estado pendiente de los que más necesitan. Eso es lo que hicieron Duhalde, con el Plan Trabajar, que Kirchner sostuvo y al cual la señora Cristina Fernández aniquiló.
Pero fíjense la diferencia; se manifiesta desde el nombre. El anterior se llamaba “Trabajar”, el actual es “de Ayuda Social”. Uno apunta a la tarea más noble del individuo mientras que el otro implica miserabilidad. Se ayuda a los indigentes, no a un trabajador.
¿Pero, entonces, hay que criticar cuando un mandatario pretende “ayudar a los más necesitados”?. No. Sin embargo; tal medida funciona al ser breve en el tiempo, luego se deben procurar formas de crecimiento que generen fuentes laborales para que quienes hayan recibido el socorro se vayan insertando en el engranaje de producción.
En Argentina hay quienes hace doce años dependen de ese auxilio y que hasta ahora no tienen acceso al proceso de rendimiento. Tanto es así que los mismos que antes exigían frente a la Casa Rosada mayor cantidad de programas para la inserción profesional o de oficios, hoy piden aumento en el monto de limosnas sociales. O no encontraron respuesta en el mercado de la oferta-demanda laboral, o se olvidaron de que el dinero debe hacerse cumpliendo con las ocho horas.
Esos óbolos son sinónimo de indigencia. Y ÉSTA ES INDIGNIDAD AUNQUE SE LA PRETENDA MAQUILLAR DE INTEGRACIÓN. Y, por tal razón, hay catorce millones de argentinos que están por debajo de la línea de riqueza. “Con pobreza gastada por tanta pobreza”, digo en uno de mis cuentos.
LA ÚNICA FORMA DE INCLUSIÓN ES EL TRABAJO. Lo demás, como diría mi abuela, “jarabe de pico”; otra forma de generar mansedumbre y prisioneros ideológicos.
Argentina duele.
Bárbara Benitez