LA FÁBRICA DE POBRES- por Barbara Benitez, nuestra corresponsal em Buenos Ayres- Republica Argentina
Hoy todos se rasgan las vestiduras. La medición de la pobreza resultó en el 32%. Dos de cada tres personas son pobres…y ningún político se había dado cuenta. Ahora de las culpas hacen una danza. Los macristas se la echan a los cristinistas y viceversa, como si acusar fuese suficiente para reparar el daño que ya roza a la crisis humanitaria.
Los K deberán asumir que el 29% es el corolario de tal gestión, en tanto el actual presidente tiene que enfrentar que el resto ha sido causado por su incompetencia en tan corto tiempo. Aunque sabemos que para esos Pilatos es una condición más para tirar slogans de campaña. Ambos trivializan el tema y lo transforman en una cuestión matemática sin tomar en cuenta a los que sufren tales cifras de vergüenza. ¿Acaso si la miseria es K o M se aliviana? Tenga el color que cada uno prefiera siempre es humillación.
Cuando Alfonsín subió al poder asignó de urgencia planes sociales a 500.000 personas y tal medida fue revolucionaria: el Estado se hacía cargo de los que no tenían. Más de treinta años después el número es de millones, sí, millones.
El gobierno anterior le decía Vade Retro al mercado y terminó en una vorágine clientelista para otorgar ayuda social…sin pensar que el no trabajar es indignidad, aunque –por cierto- da votos.
El actual reverencia a un mercado que le da vuelta la cara y aumenta esos malditos planes que van dejando un tendal de penurias.
En este país, empobrecido, una de las fábricas que funciona a la perfección es la de la pobreza. ¿Cómo se llegó a esto? Gracias a la otra industria argentina que anda de maravillas y da grandes rentabilidades: la de ladrones. Indigentes y corruptos sobran como para hacer dulce.
Mientras ellos se tiran la pelota unos a otros, hay quienes no tienen qué comer ni dónde lavarse el traste. Lo demás es estúpida estadística que a nadie asombra.
Que griten hasta el cansancio la culpa ajena. Que “aquella mujer” haga pomposos discursos para decir que lo nacional y popular defendió al consumo a ultranza y que “este empresario” siga con su cuentito sobre la pobreza cero, mientras prende velas para que llegue alguna inversión.
Entre un relato y el otro hay seres humanos que a nadie importa porque el dolor no es mensurable.
Bárbara Benitez